En el momento de escribir la entrada de Amnesia: A Machine for Pigs, me referí a él como un juego que difícilmente seguía los
esquemas del Amnesia original, en parte provocado por un cambio en el
estudio desarrollador que bien se notaba en cada uno de sus malos y
buenos aspectos. Se trataba de un juego más enfocado al plano narrativo, a
su argumento e historia, con una ambientación tan bien lograda que ponía
los pelos de punta en alguna de sus más imspactantes escenas, sumado a
una temática que a mi, personalmente, me encantaba.
Este tipo de cambio repentino no era el esperado, pero se
podía intuir de alguna forma sabiendo que los responsables de dicho
juego eran The Chinese Room, los creadores de juegos centrados en la
narrativa como Dear Esther, donde, como muchos de algunos recordáis, la
experiencia jugable se resumía en caminar y escuchar la apagada voz de
un narrador que nos acompañaba durante la única hora de juego.
Muchos de nosotros nos echamos las manos a la cabeza ante
un juego de la tan famosa franquicia Amnesia diseñado de una forma tan
alejada del original. A muchos llegó a gustarles, a otros, no tanto, y
la mayoría lo recuerda como algo decente que pasó sin pena ni gloria por
el mercado videojueguil.
En mi caso, llego a gustarme, pese a no ser lo que esperaba, mayormente debido a su ambientación, su música y su temática. La revolución industrial es una de mis épocas favoritas, y disfruté mucho de su temática. De una manera u otra, acabó cumpliendo exitosamente mis expectativas, aunque fuera de una manera tan poco propia de la saga.